viernes, 2 de octubre de 2015

BAELO CLAUDIA, ENTRE LA TIERRA Y EL MAR


Al hilo de la anterior entrada y antes de perder el moreno, Cádiz por su situación ha sido habitada desde la noche de los tiempos, civilizaciones antiguas que han dejado su particular huella.


Sin moverme de la Costa del Estrecho, en BOLONIA se encuentra una de las playas más singulares y extensas de la provincia, en un entorno salvaje, semi-virgen.

En su vertiente occidental, una pequeña elevación da cierre a la bahía que la forma en ángulo recto. La fina arena, cómo polvos mágicos, vuela elevada por los vientos de levante hasta llegar a este rincón, donde topa de frente con la roca y los pinos que la frenan y se ven sepultados. El resultado está declarado monumento natural: una gran DUNA MÓVIL de más de 30 metros de altura.


Ante un lugar tan idílico nunca nadie queda indiferente, pero en esta población turística hay algo que todavía sorprende más, las grandes columnas romanas que se asoman a la orilla, la bella BAELO CLAUDIA.


La riqueza pesquera de este litoral facilitó desde la antigüedad el establecimiento de poblaciones, que vivían de la explotación de todo lo que ofrece la mar. También se suma el descubrimiento y práctica de la navegación, desde aquí se comunicaban dos continentes.

Sobre un asentamiento fenicio se erigió esta ciudad romana, fundada por el emperador Claudio en el siglo II a.c. alcanzando su máxima plenitud. En esta época se convirtió en una ciudad portuaria, con muchos recursos naturales provenientes del mar, rica, dedicada básicamente a la pesca y a la salazón del pescado.


Hasta que en siglo III un terremoto la devastó mermando su población, que permaneció allí hasta bien entrado el siglo VII, cuando se deshabita por completo… En la actualidad es un yacimiento arqueológico que tiene entretenidos a un montón de especialistas, estudiantes y estudiosos, no se dejan de descubrir vestigios que nos acercan a esta cultura.


Cada excavación es un triunfo, saliendo a la luz todo tipo de objetos. Unas ruinas que se mantienen en un estado de conservación óptimo y sirven para hacerse más que una idea de la vida en una ciudad-factoría en ese tiempo dormido. Un acueducto conduce el líquido elemento a las puertas de la urbe amurallada, dos templos, termas, necrópolis, teatro, industrias, tiendas… En un espacio cuadrado, bien distribuido, por manzanas que desembocan en la Plaza del Foro. 

Y un museo para entrar en materia, pequeño y bastante completo, aunque muchos de los hallazgos aquí encontrados están en el Museo Arqueológico de Cádiz. Se puede visitar todos los días, salvo los lunes y están declaradas, como no podía ser de otro modo, monumento histórico nacional, que entretiene y mucho a todo aquel que la conoce.