lunes, 23 de enero de 2012

LOS SONIDOS EN EL VALLE DEL SILENCIO


Mi escoba se dirige a un lugar donde se acaba el mundanal ruido, un sitio más divino que humano donde se para el reloj y la naturaleza despliega todo un abanico de colores; Tendría que volar muy alto para poder adentrarme en él, un claustro de montañas lo cerca dándole abrigo y protección, solo un río de aguas cristalinas, travieso y juguetón, entre saltos y vueltas, para arriba y para abajo, engatusa a la gran mole rocosa  y lo deja entrar en el interior de EL VALLE DEL SILENCIO.


Situado al sureste de la comarca de El Bierzo, un lugar escondido y de difícil acceso, el río Oza dibuja la angosta carretera mal asfaltada que te conduce a él, la misma senda que siguieron sus primeros moradores, ermitaños que buscaban la paz interior, seguidos por monjes visigodos que huían del Califato de Córdoba. Una población eremita que encontró el amparo y el sosiego que necesitaban en estos bosques vírgenes.

La historia de este sitio se escribe en torno a sus primeros pobladores, que se establecieron aquí a partir del siglo IV, tanto es así que también se conoce como “La Tebaida Berciana” nombre que se le da por los numerosos templos aislados y de igual belleza que los de la antigua Tebas de Egipto, aunque los últimos estaban en el desierto y aquí la vegetación es abundante.

Sus pueblos como sus santuarios se integran a la perfección en el entorno como si fuesen crecidos de la tierra.


Peñalba de Santiago, un pueblo de piedra y pizarra rodeado de huertas que parece dormido sobre los pies de los Montes Aquilanos y cuya población cada vez va a menos.

En el corazón de esta pedanía se encuentra una joya del arte mozárabe, un antiguo monasterio que fundó en el siglo X San Genadio y del que hoy solo queda la iglesia de una belleza especial a la que se accede por dos arcos de herradura perfectamente conservados.


Como soy bruja y hago magia traigo más fotos del interior ¡Fantástico!


Desde aquí parte un camino, de apenas 2 km, entre robles, nogales y castaños que no tiene pérdida: siempre siguiendo el río que es quien abre el paso y conduce a “La Cueva de San Genadio”,  a este rinconcito se retiro el Santo para hacer vida anacoreta y practicar la oración.


Cuenta la Leyenda que el nombre de Valle del Silencio se debe a que un buen día se encontraba San Genadio meditando en su cueva y la melodía del río no le dejaba centrarse, enfadado golpeó con su callado y dijo “cállate” y el agua dejó de sonar.



Vayas donde vayas de este valle ¡El río no deja de cantar! Serpenteante y con varias cascadas que te sorprenden en el camino, es como un susurro que te dice la ruta a seguir.

Y tomo rumbo a “Los Montes de Valdueza” y traigo las palabras de San Valerio: “Es un lugar parecido al Edén y tan apto como él para el recogimiento y la soledad. Cierto es que está vallado por montes gigantescos, pero no por ello creas que es lóbrego y sombrío, sino rutilante y esplendoroso de luz y sol, ameno y fecundo, de verdor primaveral...” Pues ¡Eso!


Un paraje de piedra hispano-goda que todavía late en los ruinosos muros del Monasterio San Pedro de los Montes, fundado por San Fructuoso en el siglo IX y los imponentes Montes de Valdueza, que a su vez es el nombre oficial del pueblo que popularmente se conoce con el nombre del cenobio y es que todo creció en torno a él ¡Qué me trabo! Aunque con lluvia o nieve yo no me aventuraría a subir al “monte-monasterio” ¡He dicho! ];D, aunque sin duda es uno de los tesoros mejor guardados y que no conservados.

Y como no hay palabras ni imágenes que sustituyan una vivencia, os invito a perderos por estos lares, que en mí opinión junto a Los Ancares son los paisajes más ocultos y fantásticos de El Bierzo, aprenderéis o recordaréis dos nombres: Genadio y Fructuoso, porque están presentes vayas donde vayas y no sé si encontraréis la soledad como ellos, pero sí encontraréis la paz, un lugar para ir sin prisas, con paso corto y recrear todos los sentidos ¡La magia existe y se descubre en silencio!