viernes, 15 de mayo de 2015

CALATAÑAZOR: LA LEYENDA DE LA HISTORIA


CALATAÑAZOR es un pueblo pequeño asentado en un montículo sobre el río Milano, apenas una calle principal que sube a la plaza.


Su traducción es “El castillo del Águila”, le regala la denominación el castillo que lo corona y se alza sobre un valle lóbrego donde se entrevé la épica batalla.


Situado en un paraje natural de gran riqueza, rodeado de sabinas, en la vetusta tierra del Burgo (Soria), se accede a través de una mala carretera que se desvía de la N-122, a unos 30 km. de la capital.


Amurallado, su fantasmagórica figura te asalta justo al pasar una curva. De porte medieval, cuando gloriosas gestas lo encumbraron al máximo esplendor, llegando contar con once parroquias en espacio tan reducido, de las que apenas quedan tres.


Su arquitectura es fabulosa, casas apretadas en la empedrada cuesta de muros abombados, algunas apenas se tienen en pie, con vigas y entramados de madera visibles. Construidas con elementos humildes, piedra, barro, paja y sabina ¡Tan pobres como bellas!


Puertas protegidas por postigos y los tejados de seguidillo, con unas chimeneas cónicas que parecen el sombrero de una bruja. Es curioso que en la parte superior de las mismas se traman cuatro piezas que cierran el característico pico, dejan los huecos como si de un silbato se tratase ¿Será para escuchar el ulular que producen escobas?


A este tipo de chimeneas en muchos sitios se las llama “espantabrujas”, al parecer, en lo más alto del tiro entrelazan las tejas, maderas… para proteger la casa en su franco más débil, una abertura solo visible desde el cielo. Otra opción es, que la vida se hace en la cocina, al calor de la chimenea y aquí hace mucho, pero que mucho frío y las corrientes son muy malas. Los celtas fueron los que ingeniaron este invento y en esta comarca se las conoce como "chimeneas pinariegas".


El nombre de la villa es de procedencia musulmana, deriva de Qal`at an-Nusur, aunque su origen es mucho anterior. Habitada desde la noche de los tiempos, hubo un asentamiento de arévacos, un pueblo celtíbero, que a orillas del río fundó la ciudad de Voluce, tras ellos vinieron los romanos y los visigodos, de esa época son las tres tumbas antropomorfas que se encuentran bajo el castillo y que no se sabe a quién pertenecieron, aunque parece una familia, una de ellas es tan pequeña que todo indica que es infantil.


Están cercanas a la puerta de la atalaya de acceso a la población en desuso, desde donde se divisa “el campo de la sangre” y donde recién empezado el siglo XI de nuestra era se libró la gloriosa cruzada: “Calatañazor, donde Almánzor perdió el tambor”.

Mucho se ha escrito sobre Almánzor “El Victorioso”, caudillo del califato de Córdoba y de esta hazaña hay hasta cantares. Se dice, se rumorea, se comenta que su derrota fue la clave de culminación cristiana en todo el territorio del norte peninsular…


… Que los buitres siempre sobrevuelan este enclave al olor de la sangrienta contienda que aún rezuma de la tierra. También, es posible, que aniden en las paredes del cañón donde se ubica.

Tanto ha ido de boca en boca, que no se sabe que es real y que es ficción, por más valiente que fuese no creo que pudiese estar presente en dos sitios a la vez, a los 60 años. Una versión lo sitúa repartiendo estopa en San Millán de la Cogolla (La Rioja), y la otra, de retirada hacia Medinaceli, viejo, herido y enfermo, vamos, que ya podrían con semejante bestia parda (desde el cariño). La cuestión es como el juego: ¿Quién es quién?


Un lugar del ayer que permanece dormitado en el tiempo donde la historia se ha hecho leyenda.

Su pasado está vivo a cada paso, el eco del tambor es una constante que se convierte en redoble los fines de semana cuando la asedian los visitantes a tropel, mucho más recomendable ir en lo considerado temporada baja.

Hace muchas lunas que fui la primera vez a este rinconcito y desde entonces hasta hoy ha mejorado y mucho. Me cuenta una compi, nativa de un pueblo vecino, que hubo un cura que se encargó de promocionarlo y restaurarlo, en la medida de lo posible, fomentando festivales, tradiciones, eventos culturales. El resultado es más que evidente, sin perder en ningún momento su embrujo, su derruido encanto.

Y si quieres hacer el día redondo adéntrate en el sabinar y a 6 km. de distancia está el nacimiento de río Abión en Muriel de la fuente:

LA FUENTONA-SORIA ¡UN MUNDO ESCONDIDO!

Sencillamente ¡Alucinante!