Últimamente, no sé si por el paso de los años, estoy... cómo llamarlo... Más evocadora o a lo mejor tiene que ver con que me traen los recuerdos, tengo un amigo que ha colgado en el Face las fotos de algunas de las numerosas pinturas que visten la gran abadía de Bulgaria, un país que no se entiende sin sus monasterios y muy en especial sin este...
Érase una vez el MONASTERIO DE RILA ¡El que el interior de la montaña protege!
Situado al sudoeste de Bulgaria, en las Montañas de Rila que significa “bien regada” y es porque debido a los numerosos lagos de origen glacial el agua fluye por todos los lados. En la espesura del bosque, al abrigo de los pinos reposa Rila a la sombra del pico MUSALA, conocido por el pueblo búlgaro como “El último ante Dios” y por el pueblo turco por “La montaña de Alá” y en este caso coinciden ¡Es divino! El pico más alto de la cordillera balcánica.
Cuando subíamos en el autobús ¡Qué maravilla de paisaje! Una carretera angosta y empinada y a los lados la selva espesa y tupida, tan abundante que no pasaban los rayos del sol entre la arboleda… Las curvas, tan pronunciadas que a veces el autobús tenía que maniobrar varias veces para girar y al fin, tras mucho subir y con la venia de la vegetación, lo divisas en una de las mayores extensiones de bosques vírgenes de Europa y es que la naturaleza lo esconde y protege como parte de ella.
Cuenta la historia que en el siglo X un cortesano, cuyo nombre era Iván Rilski, un buen día decidió retirarse a las montañas de Rila a hacer vida anacoreta y allí vivió, en el hueco de un árbol con forma de ataúd, pronto se propagó entre las gentes su forma mística de vivir y atrajo a más personas que admiraban esa forma de vida. La iglesia ortodoxa lo canonizó con el nombre de San Juan de Rila y al final de sus días fundó el monasterio, como refugio para los numerosos monjes que atraídos por sus creencias poblaron la zona.
Los edificios fueron construidos durante los siglos XIII y XIV y por lo que es más conocido es por los frescos renacentistas y barrocos que impregnan todos los muros, un despliegue de arte y de iconografía ortodoxa, imágenes religiosas en vivos colores que son fantásticas, tan expresivas como la propia palabra.
Tras la puerta te encuentras con un patio grande y una edificación de a lo sumo 4 alturas, con largos pasillos por los que se accede a las habitaciones y al exterior un arco, cada arco, una celda; de fachada blanca con rayas rojas y coronando cinco cúpulas de estilo bizantino y una atalaya cuadrada.
Pero Rila es mucho más que un tesoro de la arquitectura búlgara o una joya pictórica, es mucho más que un entorno mágico y verde donde parece que tocas el cielo, RILA ES LA IDENTIDAD DEL PUEBLO BULGARO.
Durante nuestra estancia en Bulgaria si hay frase que escuchamos veces y con mucho rencor es “EL YUGO TURCO”, y a mí la palabra “yugo” me parece muy fuerte, no la suelo emplear, me resultaba una frase dura; pero la realidad es que durante los cinco siglos de ocupación otomana trataron al pueblo búlgaro como si fuesen animales, tenían lo peores trabajos, no tenían derechos, no tenían la misma dote, pagaban más impuestos, los expoliaron y expropiaron, no podían utilizar su alfabeto, no podían ser ortodoxo, en fin, no podían tener raíces; la opresión sufrida por el pueblo tanto física, como cultural, fue brutal y aunque intentaron revelarse en varias ocasiones, fue sin éxito, los turcos eran de daga fácil.
Aquí Rila jugó un papel vital, tras la destrucción que sufrió al inicio de la invasión turca, en el siglo XV fue restaurado y se mantuvo como taller de oficios durante los siglos que duró la ocupación, convirtiéndose en el Centro Cultural más importante de Bulgaria y en su interior albergaba una escuela de pintura cuyos discípulos, y a los frescos me remito, eran auténticos eruditos.
El detallito de los horóscopos ¡Genial!
Aunque no tengo ninguna foto, recuerdo las miniaturas del siglo XV y XVI, me llamó la atención lo minucioso del trabajo, al milímetro, quien tallase una obra con tanto escrúpulo, con tanto detalle, acabaría ciego por narices ¡Magistrales!
Un país castigado por la historia y un pueblo que conservó su esencia eslava en el interior de las paredes de una abadía, son impresionantes los escritos en cirílico, su alfabeto ¡El prohibido!
A principios del siglo XIX sufrió un devastador incendio y en su reconstrucción se volcó todo un país, quedando de la estructura original solo la torre de piedra. Durante la segunda guerra mundial también sufrió otro ataque, pero salió victorioso. En la actualidad todavía se practica en el la vida monacal y los oficios y brilla valeroso en lo alto de la montaña.
Si no llega a ser por la labor que se realizaba en el interior de los monasterio, muchos de los valores del pueblo búlgaro se hubiesen perdido, como digo al principio: "Bulgaria no se entiende sin sus monasterios".
Las fotos no tienen toda la calidad del sitio, hace muchas lunas de esta aventura y son escaneada, pero como veis ¡Qué buenos recuerdos!