Puerto de Santa Clara
Esta entrada trae un viaje al interior, a una tierra de
rancio abolengo, de sabores y colores, de cultura y tradición, un vuelo a
Extremadura que ya la echaba en falta en el blog.
Antes de entrar en materia… Para mí el eslogan de esta
comunidad debería ser: ¡Sorprendente! Lejos de ser llana y árida, como la
imaginamos casi todo, sus estrías solo la marcan su vetusta historia, sus
lindes son una sucesión de montañas que
dan cobijo a aldeas asentadas sobre un tapete verde y azul.
En el norte de la provincia de Cáceres se esconden de los valles más bellos de España, desde el conocido Valle
del Jerte, a la Vera ,
al Valle de Ambroz, a las Hurdes…
A LA
SIERRA DE GATA ¡Cruce de caminos!
Un pequeño lugar repleto de grandes sitios, enclavado en la
estribación occidental del Sistema Central, frontera con Portugal y Salamanca:
De su situación geográfica deriva su felino nombre, en la
Edad Media el reino de León se extendía hasta
justo este punto, cuenta una leyenda que para marcar el límite de sus
territorios pusieron leones en lo alto de los montes a modo de valla publicitaria… El objetivo se
consiguió, una marca señera y vistosa a la par de mal trazada, los lugareños en
vez de leones veían gatitos, vamos que el diseño era algo así como el león de
Peugeot, desde entonces a esta comarca se le conoce como “Gata”.
Sus pintorescos pueblos salpican toda la serranía de pizarra
y granito, si hay calificativo que une a todos ese es
auténtico, como si una varita los hubiese tocado guardándolos en el tiempo, en
un tiempo muy pasado, tan iguales y tan diferentes, ni siquiera el acento con
el que se habla en cada uno de ellos se
parece.
Goza de un singular aislamiento que ha
favorecido que se mantengan usos y costumbres…
Sus gentes han atesorado sus hábitos desde la más remota antigüedad, su forma
de vida, la preservación de alguna
lengua perdida y la conservación de su arquitectura serrana ha hecho valedoras
a cinco de sus villas como bien de interés histórico-cultural.
GATA, cuando me acuerdo de nuestra estancia en esta villa me
dejo llevar por su esencia…
En serio, posiblemente no sea la más bonita pero así fue y
así es, no ha sufrido modificación alguna.
La capital del norte donde se habla extremeño, pero no un
extremeño cualquiera, su idioma es un fósil de la lingüística de los que muchos
de sus términos están en desuso.
Sus calles, sus casas blasonadas, su escudo, una lugar señorial
rodeado de huertas y frutales, el olor de los limones y la casa rural Zocailla,
para ir y quedarse a vivir.
Por magnético recuerdo un día que nos cayó la noche encima en el CASTILLO MUSULMÁN DE TREVEJO y así lucía en la hora bruja:
El disfrute fue distinto, entre las obras y la oscuridad no
es que quisiera probar la camita, es que tropecé y caí en una de ellas.
ROBLEDILLO DE GATA, uno de los ejemplos más particulares de
edificación rural, sus casas de adobe y sus callejuelas de piedra sinuosas y
empinadas, a la sombra de los alerones de los tejados o de algún que otro
pasadizo:
Ahora donde aluciné en colores fue en SAN MARTÍN DE TREVEJO:
O SA MARTÍN DE TREVELLU, “LA FALA” es la lengua que invade
todo el municipio, no es español ni portugués, hay quien lo asemeja al astur,
pero tampoco, el caso que toda esta comuna se expresan con esta lengua desde siempre
y cuando lees esta escritura a lo poco descoloca ¿”Ande” estoy?
Todo el conjunto es una maravilla, sus calles, por algunas
fluye un arroyo que brota todo el año, encauzado en un canalillo lateral que como regadera conduce el agua cristalina a las huertas
del perímetro.
Sus plazas y su Plaza Mayor porticada:
Desde el Pilón de las Huertas parte un sendero que vadea los frutales de San
Martín y te adentra en un entorno natural de los más vírgenes de la península, EL CASTAÑAR DE OJESTO.
Una ascensión suave te introduce desde los primeros pasos en el dominio mágico de un bosque centenario de robles y castaños.
A través de una antigua Calzada Romana, conocida también
como “caminu du portu”, se va surcando el Valle del Jálama o Val de Xálima ¡El
de “os tres lugaris”! Comunicando los
pueblos de sus tres vertientes, en la frondosidad de una arboleda de ensueño, Salamanca,
Portugal y Cáceres se dan la mano, cambiando de comunidad, incluso de país, en
cuestión de pasos.
Un caminito empedrado te guía por un pasillo de vegetación en
apenas 5 km. al Puerto de Santa Clara, en ocasiones es tal la espesura que
apenas la indómita hiedra alcanza a ver la luz del sol.
Nuestra visita fue en otoño, sus olores y colores estaban en
su máximo esplendor, el chasquido de las hojas al pisarlas, los rojos y los erizos amarillos de las
castañas pilongas, esa vaina espinosa ya madura apunto de eclosionar.
Los helechos, los acebos, el musgo y la hojarasca donde se confunden las setas y
hongos, da gusto perderse y encontrar algún ejemplar de boletus, mismamente.
Las almas más profundas de este remoto paraje embrujado son “Los abuelos de San Martín” y es
imposible pasar a su lado y no verlos, o posiblemente, ellos te ven a ti, son
los guardianes legendarios de esta senda.
Abuelo de San Martín
El castañar más extenso de Extremadura en una Sierra dulce y
bucólica, cuya naturaleza salvaje hechiza a propios y extraños. Para todo aquel
que huya de sitios masificados y disfrute de lo genuino, Gata es su comarca.