jueves, 2 de junio de 2011

PLAYA DE LAS CATEDRALES (LUGO)


“Necesito del mar porque me enseña:

no sé si aprendo música o conciencia,
no sé si es ola sola o ser profundo
o sólo ronca voz o deslumbrante
suposición de peces y navíos”

(Pablo Neruda)




Este post tenía que empezar con poesía, cómo poesía es el mar, el canto de las olas, a veces suave, cómo un susurro, como la melodía de una balada y otras bravo y constante, como un estribillo roto y profundo que se filtra en mi interior y me sumerge en él.




¡Su fuerza! Cómo me gusta perder mi mirada en su horizonte garzo y ver que cuanto más me aproximo a esa línea ilusoria, más lejana está; esa arista donde se confunden los azules del cielo y el mar ¡Infinitos!




Y es que ¡El mar me encanta! Y creo que se nota y mucho, esta bruja habita en el foro y lo más parecido que puede tener a el olor de la brisa marina es ir a una pescadería y he perdido la poesía, jeje. Me gusta llenarme de él, cuando lo tengo ante mis ojos me siento y se me pasa el tiempo ¡Las horas! En un intento paciente y gozoso de retener esa imagen en la cabeza, recordarla presente siempre... Pero se pierde, como su horizonte.

Y sin más dilación, érase una vez “La Praia de Augas Santas” un rincón del Cantábrico con un encanto muy especial.




Cómo veis esta foto es todo un contraste: La marea alta y un mar bravo y la marea baja y una playa con formaciones dispares y caprichosas, las dos caras de un mismo sitio.




Conocida popularmente como “La Playa de las Catedrales” se encuentra en el municipio de “Ribadeo” (Lugo) un lugar tan bello que no deja indiferente a nadie. Para poder verla y disfrutarla, pasear, bañarse..., hay que enterarse del horario de la marea baja y en ese instante se descubre como por arte de magia una extensión de más de 1000 metros de arena dorada y un conjunto de cuevas y arcos de hasta 30 metros de altura.




Declarada MONUMENTO NATURAL, su paisaje podría haber sido esculpido por el mejor tallista y sin embargo la acción del hombre nunca ha estado presente, sino unas manos onduladas, las del Cantábrico, que de un modo tenaz, ha ido moldeando su aspecto poco a poco, creando templos naturales con tal armonía que algunos parecen auténticas catedrales góticas ¡La naturaleza misteriosa!




La bravura del agua produce la erosión de este acantilado formando grutas y laberintos fantásticos donde pasear y sentir la paz al compás del rumor de las olas, siempre teniendo en cuenta la hora del cambio de marea, aunque no estaría mal adentrarse a bucear en estos fosos, en las cuevas… Me apuntaría sin dudarlo.




La primera vez que tuve conocimiento de su existencia fue viendo la película “El Orfanato”, todavía recuerdo a esa Belén Rueda adentrándose en la mar buscando a Simón, intentando ir contra viento y marea al que creía escondite del “niño del saco” y pensé  ¡El mejor escenario! ¡Tengo que volar la guarida de Tomás!




Te zambulles en un entorno único, que te sorprende a cada paso, rico en biodiversidad, las algas en el reflujo del agua, dan un color especial ¡Verdemar! Y en las estrías de las rocas habitan una gran cantidad de moluscos: percebes, mejillones..., Ojo, prohibido cogerlos, aunque son toda una tentación.




Merece la pena pasar todo un día por este lugar, una de las playas más bonitas de la península, en sus dos cúlmenes, los contrastes de un mismo punto,  surcarlos cuanto la bajamar se erige y otearlo desde arriba con la pleamar...


Aquí os dejo la peli, por si hace el baño: